domingo, 31 de enero de 2010

Enero y el estudio

La fuerza de voluntad ha desaparecido de la colección de atributos que adornan mi personalidad. Me siento frente al maldito apunte tantas veces levantado en vilo por un buen golpe dado en la mesa, y lo miro. Mis ojos se han olvidado del movimiento necesario para seguir la sucesión de letras y espacios que seguramente tiene algún tipo de sentido. Miro el vacío que me transmite este maldito apunte. Vamos Ana, tú puedes... La navegación es mbgjhgdsfcsdahvjbw. ¿Qué? Una vez más... ...vegación es una actividad del homjhkyfkdfsjk. Mierda.
Es imposible concentrarse sin una determinación personal lo suficientemente fuerte como para obviar los constantes recordatorios de que estamos en enero y que debería estar en una pileta, flotando mientras un vaso de fernet transpira en el borde de la misma. Y, lamentablemente, esa determinación es inexistente en estos días.
Así es que mientras observo la hoja que intenta desesperadamente ser leída, mi mente vagabundea por cualquier cuestión remotamente interesante que pueda encontrar.
Y la computadora, con su puerta al mundo de la distracción llamada internet, ha generado una especie de atracción magnética con mi cuerpo, que empecinado en obtener por algún método milagroso esa tan añorada determinación, se mantiene clavado en esa silla, luchando con la fuerza que irremediablemente lo atraerá hacia la pc, abriendo las puertas del boludeo con inusitada belleza.
Entonces comienza la catarata de palabras vulgares que emanan de mi boca, es la conciencia que ha tomado posesión de mis cuerdas vocales sólo para conseguir generar culpa. Pero con la culpa, igual se puede boludear. Y no es un buen momento para estudiar. Y me duele la cabeza. Y hace un calor de locos. Y bueh... acá estoy, ante mi magneto propio, lejos del vil apunte que habla de los mares que no puedo ver porque estoy, precisamente estudiando. O algo así.

domingo, 10 de enero de 2010

Decisión

Tengo que. Debo.
La elección no es voluntaria, es imperativa.
¿Sigo? No tiene sentido alargar el sufrimiento que inevitablemente nos levantará en vilo y nos arrastrará por calles y calles de ciudades diferentes. La distancia no es sólo física. No te siento y me duele el vacío que tendría que estar pero no encuentro. Pero tu nombre se me pega en los labios. Entonces...
¿Freno? Se me despegan los tatuajes de tus besos de la piel y cada uno me recuerda que te extraño. Ese chiste tonto que te encanta, ese juego idiota que sólo nos pertenece a los dos, esos lugares comunes que antes eran míos y hoy tienen tu nombre, tu aroma. Mis pies que se sienten fríos y el nudo de extremidades que tendrían que calentarlos. Todo te nombra. Pero son recuerdos que se van eliminando de a poco, que se van destiñendo.
Sería mas fácil decidir si no te quisiera. Pero te metiste adentro de la parte intangible, llenando huecos que antes no sentía como vacíos. Sería más fácil si te odiara. Pero no puedo odiar ni tus palabras hirientes. Sería más fácil si mirara a otro. Pero no encuentro miradas que me miren como la tuya. No miro a los demás como te miro a vos. Sería más fácil si supiera qué me pasa. Pero creo que una vez más, mi instinto de libertad me está usurpando la razón.
Pero hay algo que es seguro y determinante. El sabor a amargura que siento en mis labios que no te besan más.

martes, 5 de enero de 2010

Tu risa

Me gusta tu humor, tu risa.
Es de esas risas que contagian aún sin oirlas. Es casi un virus tu sonrisa.
Te imagino porque resulta improbable tu presencia real. Y en mi fantasía siempre te reís. Y yo río a tu lado.
Es raro, pero ni en mi fantasía sos mío. Tampoco quiero que lo seas. Siempre serás eternamente tuyo y de tu sonrisa.
Sólo me robo retazos de tu risa y los guardo en la memoria. Y procuro que no se extingan. Que repiqueteen para siempre en mi cabeza para que cuando los oiga me contagien.
¿Cuánta belleza puede almacenar una memoria sin que se pierda para siempre?