lunes, 14 de marzo de 2011

Sola.

El problema no es la soltería. No es el no tener alguien que te abrace o alguien con quién dormir. No es la falta de compañía. Ni el tiempo que tenés sin hacer nada.
El problema es no tener nadie en quien pensar.
Una se levanta, arranca su día y sólo queda pensar en el trabajo. Una puede pensar en los amigos, en la familia, en las mascotas. En la rutina. En el próximo fin de semana, que tenés una fiesta. O en el fin de semana anterior, que saliste con tal y cual y la pasaron genial. Una puede ocupar su mente con muchas cosas que nublan y ocultan lo único que realmente pensás naturalmente y sin esfuerzo: que estás sola.
Por lo menos cuando nos gusta alguien, le da picante a la vida, el pensar qué andará haciendo, o si lo vamos a ver o no. Cuando te gusta alguien, la simple rutina se tiñe de otro color. Recibir ese mensajito, ver esa remera que seguro le queda bárbara. Caminar por la calle y jugar a reconocerlo en los gestos y ademanes de los otros. Escuchar música y saber que va a tener otro sabor en sus brazos.
Imaginar.
El problema cuando estás sola es que se te corta la imaginación.