miércoles, 19 de septiembre de 2012

El nervio

El nervio es la ternura asesina.
Esa que te agarra por ejemplo, cuando ves algo muy tierno muy tierno y te dan ganas de apretarlo fuerte fuerte fuerte o morderlo.

¿Qué cosa que me da nervio ahora, ya, en este mismo instante?

En cualquier momento, suena mi teléfono.
Y voy a salir corriendo a la terminal, y viajar super ansiosa y emocionada a Rosario...
...porque me están por hacer tía.

Metele pilas Dante, que te estamos esperando!


Ejemplo perfecto del "nervio".

lunes, 17 de septiembre de 2012

Final feliz

"A las niñas les enseñan muchas cosas. Si un niño te pega, le gustas. Nunca trates de emparejarte los flecos. Y un día conocerás a un hombre maravilloso y tendrás tu final feliz. Cada película que vemos y cada historia que nos cuentan, nos imploran que esperemos el giro del tercer acto: La declaración inesperada de amor. La excepción a la regla. A veces nos concentramos tanto en el final feliz que no aprendemos a interpretar las señales, a diferenciar entre los que nos quieren y los que no.. Entre los que se van a quedar y se van a ir. Y quizá el final feliz no incluye un tipo maravilloso: quizá el final eres tú, sola recogiendo los pedazos y volviendo a empezar. Liberándote para encontrar algo mejor en el futuro. Quizá el final feliz solo consiste en seguir. O quizá este es el final feliz: Saber que a pesar de todas las llamadas y corazones rotos, a pesar de todos los errores y las señales malinterpretadas, a pesar de todo el dolor y la vergüenza, tú nunca, nunca perdiste las esperanzas." 
Simplemente no te quiere - 2009 -


El final feliz soy yo. 

Aceptándome así defectuosa y loca y enferma y tarada como soy. 
Gustándome con mis kilos de más y mis pocitos y mis estrías y mis cicatrices.
Reconociendo que hay cosas en mí que son hermosas. Sin falsa humildad. 
Encontrando cosas que me gustan, cosas que hago bien. 
Admitiendo que no siempre elijo lo mejor para mí. 

El final feliz soy yo, siguiendo adelante. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Primer beso

Hay escenas que se te graban en la retina, en la piel, en los labios.
La memoria te hace trampas y no los aloja en un solo lugar, sino en varios al mismo tiempo... como para evitar que los olvides, que los borres por error. Como un backup de sensaciones.
La piel guarda los datos. Cada una de las reacciones eléctricas entre tus células y las del otro. Para después recrearlos, reconocer el más leve contacto de esa persona. La piel nos avisa de su proximidad, aunque sea sólo la virtual.
¿No les pasa que de repente, pensando en X persona... la sienten? La piel está preparada para sentir su roce, su tacto. Anticipándose al placer ya reconocido. Esperándolo. Sabiéndolo.
Como esos sonidos binauriales, que te engañan, haciéndole creer a tu cerebro que hay alguien más en la habitación, o que efectivamente estás borracho, o mareado.
La piel tiene memoria, te recuerda a esa otra piel que anhela. Le hace creer a tu cerebro, que está a punto de sentirla, a punto de tocarla nuevamente.

Mi piel te anhela....


Estábamos caminando. 
Yo estaba más alta que vos, por esos "tacos tramposos" que uso constantemente. 
Era de noche y la ciudad hervía de gente. Muchas luces, mucho ruido. Muchos desconocidos. Todos ellos ajenos a nuestras manos, que se encontraban casi sin querer... que se descubrían...
Después me dijiste que me habías llevado por aquella calle oscura porque querías besarme, pero no te animaste, que estabas nervioso.
La tarde se había esfumado, ya nos teníamos que separar. Se nos acababan los minutos. 
Yo quería besarte. 
Y te toqué la cara, a un costado. Y me acerqué y te di un beso de esos suavecitos, como el roce de una mariposa, en la mejilla derecha.
Y me abrazaste. Fuerte. Un brazo en mi cintura, la otra mano en mi cuello. Me diste un beso en la comisura de mis labios, y luego otro. Y otro. Y otro más.
Y nuestros labios se descubrieron, se encontraron, se supieron. 
Seguíamos abrazados en esa esquina. La gente seguía caminando, ajenos al fuego, ajenos a nuestro abrazo, a nuestros besos. 
Tus manos en mi cara, tu frente en mi frente y tus ojos en mis ojos. 
Te me derretiste ahí mismo, suave como chocolate tibio. 

¿Qué hacemos ahora mi Córdoba querida?